París, Roma.

Y creo que me he re-descubierto, he vuelto a caer. La seda negra que taba mis ojos ha desvanecido, se ha esfumado.
Es de locos, en días cómo estos, creer, soñar y lanzarse al vacío. Pero... ¡Qué bonito es lo romántico!

No puedo negarlo ni esconderlo, soy amante de los poemas, de los susurros en la oreja, de las copas de vino con buena compañía, de los soñadores y de los sueños por cumplir, de pedir en cada deseo de cumpleaños seguir viendo su rostro, de imaginar cosas imposibles para terminar haciendo las improbables.

No puedo reprimir los sentimientos que me provocan las románticas escenas italianas, las películas clásicas y los domingos de sofá y manta.

Con el corazón en la mano, sin tapujos, creo en las princesas y en lo bonito, y de lo bonito que sería que todo fuera una historia, de ésas para siempre.

Un amor real cómo el de mis abuelos que estuvieron juntos des de los 14 o el de alguien que se ama a sí mismo y sigue fiel a su genética. Cómo aquellos que deciden dejarlo estar y al llegar a casa lo hacen con el corazón compungido por cobardía mas que por desamor.

Por todos los que piensan que algo ha terminado, pero en realidad da comienzo a otro más espectacular. Creo que detrás de lo menos bueno todo va a mejor y la vida te sorprende.

Creo en el amor, incondicional, mágico, esperanzado, loco, romántico, de libro, de película, de pedidas de mano en París y besos recorriendo Roma en vespa.

Judd G

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