7 de enero 2020

Un año después son 365 días de continuo cambio, de continuos conocimientos, de sentimientos yendo y viniendo como montañas rusas. De dejar atrás visiones erróneas o muy radicales y dejar aflorar gustos, olores, almas, experiencias y a la pequeña mente adulta que habita en mi interior.

Soy esa flor (más puta que nunca, para los que me hayáis leído desde mis inicios, para los que no, puta por no dejarme pisar y siempre salir adelante con todo) más viva que nunca, luchando por dejar los lastres de los miedos, aprendiendo a decir que no, a valorarse (que falta le hace a los humanos de este planeta) y a quererse ¡y mucho! por que es muy necesario.

Este año ha sido año de cambios, aunque creo que todos los años lo son, también año de echar la cabeza hacia arriba y pisar fuerte el suelo para soltar esas esposas que me tenían secuestrada en lo más superficial, vicioso y egoísta del mundo: las personas tóxicas. Pero también año de querer mucho y bien, llenándome el alma de amor y bondad, de reencontrarme con él, de creer y ser paciente, de ir poco a poco y conseguir mucho, de ser yo, que eso es lo que vale. De ser consciente del mundo que me rodea y querer hacerlo mejor, aunque eso me florezca los sentimientos y me erice la piel.

No sabéis lo bonito que es dejarse llevar, sentirse bien, descubrir con poco y hacer mucho, escuchar el silencio, el tiempo solo, valorar las compañías mucho más, la luz cálida de una vela, el olor a limpio o simplemente leer.

Así que, intentaré estar a la altura de lo que esperéis, pero sin emociones, solo enseñaré la parte más profunda de mi: el mundo emocional, la pasión de observar, el sentir mucho con el corazón y a veces, cosas tristes que producen lágrimas que lavan los ojos de dentro hacia fuera purificando tu alma.

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